domingo, 10 de marzo de 2013

Libertad!

     60.000 minutos es una cifra ante la que una mayoría de nosotros no somos capaces de darle sentido en nuestro cerebro. Podríamos deducir fácilmente que se trata de 1.000 horas, tiempo que anduvo el gran Andrés Calamaro buscando bajo la lluvia, pero seguiríamos sin asignarle una temporalidad concreta. Ironía esta de nuestra medición de las cosas y su medida. También supondría al cabo de un año representar semanalmente una obra de teatro por una compañía teatral. Mil horas es tiempo suficiente para acabar un máster en alguna especialidad, es también la cantidad de horas más o menos asignadas para las vacaciones de muchos trabajadores precarios de estos que tanto abundan en nuestra sociedad actual. Ni siquiera las vacaciones de Navidad tan necesarias para salir de la rutina, aunque de por sí rutinarias o bien anuales, duran tanto tiempo.

     Pues bien, entre tanta pantomima navideña, cargada de hipocresía y felicidad embotellada, entre tanto bulo llamado Papá Noel y cine de culto como “El discurso del rey”, se esconde una realidad tan sucia que sería digna del mismísimo John Fante. Pero en este caso transgrede el ámbito individual de la historia narrada, salpicando al prójimo y obligándolo a formar parte del relato, mas bien convertirlo en actor secundario y, a veces, en el principal. El mismo sistema que nos obliga a consumir felicidad nos obliga a acatarla bajo su yugo, oprimiendo al que se niega a participar y al que participa pero en distintas dosis.

     Encontramos , por tanto dos tipos de persona. La primera acepta las normas y acata lo establecido, ya sea comprar la ilusión navideña en forma de cupón, de regalos para los niños o de darte cuenta de lo que quieres a tu familia ya que no va a tocarte la lotería con el cupón de la peña del fútbol. Se trata de la forma más general de persona, que encontramos día a día. La segunda de las personas que refiero se apellida Inconformista, Antisistema, Revolucionario, Idealista o Bicho Raro. Son gente que no se cree la actuación que ven ante sus ojos, pese a estar inmersos en ella, que sospechan de las sombras escondidas tras los focos y aplauden o lloran el acto en función de su sentido común. Son gente que no se limitan al presente, que tienen ojos en la nuca para analizar las escenas anteriores y, sobre todo, mente para diseñar en un futuro su propia obra.

     De este último tipo de personas es Alfon. Le tocó un papel principal dentro de una obra de segundo grado del proceso neoliberal que se está gestando en el mundo de manos de la triada imperialista Japón-Europa(Alemania)-EE.UU. Pero como el buen arte, no será apreciada con toda su importancia hasta que el tiempo, tan buen maestro como verdugo, le dé el visto bueno de la experiencia. Y el caso es que este muchacho no lleva 60.000 horas en prisión, sino más, cifra que incrementa por cada palabra que vamos asimilando. 1.440 horas más cada día, una eternidad para el y todos los que lo están sufriendo de primera mano. Alfon ocupa el puesto de actor secundario en lo que está siendo una de las mayores obras dramáticas para deleite exclusivo de la neoburguesía desde la Transacción. Valle-Inclán debe estar agonizando desde la tumba. Esto es el mundo al revés, pero bueno, Spain is different. La prensa calla, cuando habla es para criminalizar a Alfon por formar parte de una hinchada de fútbol violenta. Qué tendrá que atender un lateral derecho cuando el entrenador habla del extremo izquierdo, pues bien, Cruyff lo tenía claro y nosotros también. Este muchacho es culpable en todo caso de asistir a una huelga general, herramienta motora de la historia del estado moderno aunque para Ignacio González solo suponga una traba en el desarrollo, es culpable de pensar que un teatro como este no vale tan caro como nos lo están cobrando. He vivido en carnes propias lo que es seleccionar a un muchacho de entre el público para convertirlo en víctima de esta burda actuación, Antonio Morillo fue agarrado de entre un grupo de personas como el gancho de una máquina de un bar agarra a un peluche. Alborán Martínez sufrió en carne propia la privación de 6 días de libertad por ¿alarma social?. Ambos tuvieron que declararse interesados de participar en la obra y pagar una cifra de 2.500€ por la entrada. O Aurore Martín, detenida en Francia por pertenecer a ¿ETA?, o algo así dijo el juez. Ella tuvo que pagar 15.000€.

     Basta ya de montajes baratos, de teatros comerciales para infundir vuestro maldito mensaje: MIEDO. Alarma social es que la sanidad se esté privatizando a un ritmo vertiginoso en la Comunidad de Madrid, que la educación se esté precarizando hasta el punto de caerse literalmente el techo del IES Lluis Vives en Valencia. Alarma social es que mueran inmigrantes de hambre en África, que infundáis la idea de que vienen a quitarnos el trabajo y que nosotros tengamos que emigrar al extranjero. Terrorismo es que matéis a gente mediante desahucios. Terrorismo es que prohibáis que la gente se manifieste. Todos estos días me he preguntado hasta qué punto se ha desarrollado la Operación Camelot iniciada sobre 1963 para intentar paliar el germen revolucionario que se estaba gestando a lo largo del mundo y que desembocaría en las Revoluciones de 1968, fenómeno calificado por Karl Marx en 1848 como “primavera revolucionaria”. El verdadero virus es el sistema, se llama miedo. Pero Marx tenía razón y también Pablo Neruda: Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

Escrito por un compañero de CSE Granada. 

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