CRISIS
CAPITALISTA.
La
actual situación económica y financiera, en la que nos vemos
inmersos, no es una simple crisis cíclica derivada de una mala
gestión de mercados, si no una crisis capitalista y consustancial
que, emerge de este mismo sistema, ya que, este, tiende a
autodestruir los procesos productivos de ganancia que el mismo
impulsa, llevando a parte de la sociedad a situaciones críticas por
los problemas derivados de estas.
El
capitalismo conlleva, dada su naturaleza intrínseca, una serie de
etapas de crecimiento y recesión económica, en el que las crisis se
vuelven periódicas en mayor o menor medida. Esto ocurre porque la
lógica del capitalismo es, que la producción de un determinado
objeto o servicio no dependerá de la necesidad de este si no de la
rentabilidad de su producción, la cual, tratará de aumentarse a lo
largo del proceso productivo, es por esto que, según Izquierda
Anticapitalista (2007) “el
capital despliega estrategias que son eficaces desde el punto de
vista de una fracción determinada del capital”
(p. 2) pero que obtienen como resultado el deterioro del proceso
productivo que el mismo impulsa, este hecho es denominado por Karl
Marx como “ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia”.
No
obstante, este crecimiento y modificación productivo, con sus
respectiva recesión es encubierto, tal y como comentará Ignacio
Sotelo (2012), “llama la atención que esta
evidencia sea ignorada y omitida por la economía dogmática
dominante y por la mayoría de los políticos.” (p.
6) no quedándose simplemente ahí esta doctrina neoliberal ya que,
además, tratará de acallar cualquiera rebelión en contra del
sistema y los frutos de este con el fin de mantener la hegemonía de
la que algunos se benefician llevando a cabo estas prácticas.
Como
comentará Anguita (2012) “La
libertad y la Democracia tienen en la sociedad capitalista
como límite el punto en que sea cuestionado peligrosamente su
fundamento: la propiedad privada de los medios de producción.”
y es que, estas crisis cíclicas derivadas del capitalismo son la
escusa perfecta para la implantación de medidas que tienden a
empeorar la situación económica de la clase obrera, la privación
de la libertad mediante recortes en educación y modificación de los
contenidos de esta que traen consigo una mayor ignorancia del pueblo,
con el fin de que este quede sometido al poder pensando que goza de
una libertad total y que por consecuente les priva de los
conocimientos básicos que les permiten ejercer su derecho a la
democracia tal y como esta debería ser. Es por ello que, Trotsky
(1929), denomine al capitalismo, dictadura democrática.
Podemos
observar que estas crisis son también el escudo de retrocesos
sociales tal como expresa Stéphane Hessel (2011) respaldándose en
la falta de dinero:
“no
entiendo que se diga que el Estado no puede afrontar los
gastos sociales y que no hay dinero para mantener y prolongar las
conquistas sociales (mucha gente dio literalmente su vida para lograr
ciertos derechos laborales y sociales) cuando la producción de
riqueza ha aumentado considerablemente desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial, momento en el que Europa estaba en la ruina.” (p.
25).
Y
haciendo por tanto ver que, como dijo José López (2009) “No
hay un pueblo más alienado que aquél que ya ni siquiera se pregunta
sobre el porqué de las cosas que ve a su alrededor” (p.
3).
El capitalismo pasa a
ser, por tanto, la herramienta idónea para la clasificación de la
población en clases dos sociales, tal y como explica Alberto Garzón
Espinosa (2009)
“Las
dos clases sociales que componen el capitalismo […] son,
en sentido estricto, los propietarios de los medios de producción.
Dedican su riqueza a invertirla en el proceso productivo y así
reproducir la misma en una escala mayor (consiguiendo el crecimiento
económico). Los trabajadores son aquellos individuos que carecen de
medios de producción y que necesitan vender su fuerza de trabajo
para poder sobrevivir (a través de los ingresos que dedicarán al
consumo).”
fomentando, por tanto,
las desigualdades entre estas y las correspondientes luchas sociales,
un ejemplo de ello es la cita de José López (2009)
“La lucha de clases
[…] es inevitable en el sistema capitalista porque el capitalismo
fomenta la división de la sociedad en clases, porque las
desigualdades exacerbadas son la consecuencia natural de sus
postulados y sus acciones” (p. 43).
A
pesar de los grandes avances tecnológicos y comunicativos vigentes
en el siglo XXI seguimos observando que, el capitalismo y el poder en
general, siguen controlando y filtrando tanto la información que nos
llega, como las reivindicaciones del pueblo, haciendo uso de métodos
represivos silenciosos (vía multa) como físicos, tal y como expresa
CJC Valdomero (2013)
“Es
habitual ver, por medios de comunicación burgueses, las golpizas
recibidas por manifestantes, retenciones agresivas, incluso
detenciones dolorosas, pero todo el conglomerado represivo, que puede
ir desde una simple multa hasta encarcelamientos de larga duración,
no son ni más ni menos que obras minuciosamente diseñadas para
amedrentar y coaccionar al pueblo.”
Este hecho también
es fácil de observar cuando, por ejemplo, Lenin (1920) expresa que
“En vida de los
grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a
constantes persecuciones […] Después de su muerte, se intenta
convertirlos en iconos inofensivos […] para <consolar> y
engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su
doctrina revolucionaria”.
(p. 13).
Esta represión
ciudadana, en su mayoría, sin motivo alguno, no suele aparecer en
medios de comuncación, y si lo hace, será siempre en canales,
revistas y páginas web alternativas.
Esta
desigualdad, hacen que existan dos tipos de justicias, como
defiende Ignacio Pelaez (2012) "una
justicia para ricos y una no justicia para pobres" y
por tanto dos tipos de libertades que existirán dependiendo de la
situación económica de la persona.
En conclusión, la
crisis actual es causa directa del sistema capitalista en que se ve
envuelta nuestra sociedad, un sistema que divide a sus ciudadanos en
privilegiados y en aquellos que, mediante su trabajo y esfuerzo,
mantienen a estos privilegiados, en el que el fin primordial es el
individualismo y la lucha entre unas personas y otras para conseguir
el mayor poder, en el que las personas son importantes y tienen más
reconocimiento por el dinero que tienen y en televisión solo salen
“famosillos” que han tenido una relación con X, que juegan a un
determinado deporte y ganan millones de euros, o que son el hijo o la
hija de alguien que, algún día, hizo algo, y no aquellas personas
que investigan la cura del VIH o el cáncer, que luchan por sacar
adelante a sus familias con sueldos o prestaciones que no superan, en
muchas ocasiones, los 500 € siendo explotados en talleres y
fábricas que rozan las mismas características de un zulo.
Vivimos en una
sociedad corrompida y corrupta, de la cual, solo podremos salir si
comenzamos a cambiar la estructura de esta de raíz, si comenzamos a
cuestionarnos los valores que hasta ahora hemos defendido, de
individualismo y competitividad, y los cambiamos por igualdad,
tolerancia y comprensión, si dejamos de pensar que el enemigo es
aquel que lucha por sacar adelante a su familia con un salario mínimo
o aquel cuya cultura es diferente a la nuestra y abrimos la mente,
comprendiendo, que todos somos iguales, y comenzamos a hacer que las
desigualdades se rompan.
Los objetivos por los
cuales hemos de luchar son, el fin de las élites y sus privilegios,
para conseguir una igualdad de oportunidades total, para lo cual,
además de acabar con la propiedad privada, debemos comenzar educando
en nuevos valores a las generaciones futuras, para hacer que ellos no
vuelvan a caer en los errores del pasado creyendo, como a pasado en
la evolución hasta ahora de España, que vamos por el buen camino.
Haciendo que el reconocimiento de las personas se mida por los
méritos que estas han conseguido. Esta sociedad, además, deberá
construir el total derecho de cada persona de elegir sobre ella
misma, sin distinción de sexo.
Esta sociedad que hoy
vemos lejana, solo se conseguirá con una lucha continua de la, hasta
ahora, clase obrera, motor histórico de los cambios sociales
realmente fructíferos he igualitarios.
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